viernes, agosto 10, 2012

Desespero

A las 7:30 p.m., todas las noches en la Ronda del Sinú, se sienta una mujer en una de las bancas, comiendo dos helados, uno en cada mano, mientras observa abstraída el oscuro río y las débiles luces de la otra orilla que en él se reflejan. La mujer se queda sentada solo por el tiempo que dure en acabarse el helado de la mano izquierda. El de la mano derecha siempre lo desecha, a veces por la mitad, a veces completo. 

De todos los que pasan, pocos son los que creen que esa mujer no está loca. A ella parece no importarle mucho las burlas y los comentarios que a veces escucha, pues cree fervientemente que esa acción, la de los helados, la hace feliz y especial en este mundo, en el que es muy difícil ser especial por algo. 

Entonces esa mujer, se levanta de la banca a las 7:50 p.m. siempre, y se va caminando hasta su casa, que queda relativamente cerca de la Ronda, a pesar de que el sector es solitario e inseguro. A ella no le importa, y llega a su casa sana y salva a las ocho en punto, siempre, y siempre se lava los pies y se va a dormir quince minutos después. Así es esa mujer, y así se siente feliz, y todas las noches se acuesta con una sonrisa, pensando en los buenos sueños que quiere tener. 

Esta noche sueña que es un ratoncito que juguetea en la cocina de la casa de sus padres, y el ratoncito-mujer es feliz asaltando la despensa y formando un gran alboroto entre los platos. En su sueño piensa en lo feliz que se siente al ser un ratón, y en lo especial que es, porque hasta ahora no ha conocido a alguien con un sueño tan raro como el suyo. El ratoncito-mujer se emociona cada vez más, hasta que, por esas cosas del control de plagas, su cola se queda pegada en una de las trampas con pegamento industrial que la gente hastiada de los ratones, coloca en cada esquina de la cocina. Entonces le entra un desespero inimaginable, y en el intento de despegar la cola, se le quedan pegadas las patas traseras. ¡Desdicha la mía! piensa, pero no está resignada a dejarse vencer aún. 

Tiene las patas delanteras libres, así que intenta con todas sus fuerzas arrastrarse hasta la puerta para poder escapar, despertar o lo que sea que tenga que hacer para salir del problema. Pero, en su afán y locura, o por cosas del sueño, no encuentra ninguna puerta, así que empieza a arrastrar la trampa por toda la cocina, mientras siente como su piel se estira hasta creer que se despellejará en cualquier momento. Entonces, viendo negro su destino, empieza a llorar y a chillar la mujer que soñó con ser un ratón, y a sus lamentos, alguien responde encendiendo la luz de la cocina: ―¡Un ratón! grita un viejo con ronca voz, y le asesta un golpe en la cabeza al desconsolado ratón pegado miserablemente en la trampa. 

En cualquiera de las otras noches, la mujer hubiese despertado angustiada, tocándose la cabeza y dándose cuenta de que todo fue una vil pesadilla. Pero esa mujer quería ser muy especial, y que muerte más especial que esa.


2 comentarios:

  1. No me gustan todos tus escritos, pero este si, OH SI! me gusto mas de lo que esperaba, la expectativa crece.

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