Un hombre espera silenciosamente sentado frente a su computadora. Espera algún mensaje, alguna publicación, alguna señal de vida. Se aburre.
El hombre se muerde el labio por la ansiedad. Va a la cocina y toma agua, sale a caminar, regresa, y vuelve a conectarse para esperar.
Y así por cinco años, cinco largos años. Hasta que olvida porqué ha estado sentado por tanto tiempo frente a esa fría pantalla, pero no es capaz de despegarse de ella.
Del otro lado de la calle, está su corazón escribiéndole.
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