Ella se levanta a las 9 de la mañana con los ojos rojos y el cuerpo adolorido, luego de dos horas de estar escuchando el despertador a lo lejos. Va a la cocina, coloca una rebanada de queso en una tajada de pan untada con margarina, y lo mete en el microondas por 30 segundos mientas se prepara una frescavena de fresa (Bendito sea el microondas –piensa). Come su deficiente desayuno mientras ve su imagen en un televisor viejo y apagado. Realmente no le gusta la televisión, no porque vuelva estúpida a la gente, sino porque no existe la manera de no hacer zapping, y eso le pone ansiosa. Cuanto mayor es la variedad de canales, la gente es más inconforme –cree.
Lava el plato, el vaso, el cuchillo y la cuchara que utilizó. Se quita la tanga en la cocina, el camisón en el pasillo, se recoge el cabello frente al baño y entra a la ducha descalza. A veces canta, pero hoy es jueves, y los jueves se cuenta las pecas. Hace tres jueves que la cifra se mantiene constante: 105 pecas en el cuerpo, sin contar los lunares y las manchas alrededor de los ojos.
Enciende la radio, “Angel” (de Hendrix) resulta ser la primera canción del día, y la del resto del día. Mientras se viste, piensa y baila, canta a ronca voz y los vecinos se quejan. “Esa gentesita…” dice Ella con desprecio, imaginando que dicho sentimiento es mutuo.
Ya en la calle, con los zapatos bien puestos y medio ciega por el sol, va pensando en todas las cosas que tiene que hacer en el día, y en que otra vez va tarde, aunque deteste ser impuntual. Así que opta por caminar más rápido, tan rápido que sus pies dejan de tocar el pavimento. Desea volar… y de repente sus brazos se vuelven anormalmente largos mientras se llenan de finas plumas, y se despliegan de ellos dos alas azules, enormes, hermosas y fuertes que seguramente le permitirán llegar más rápido a todas partes sin pagar los $ del bus.
Así que llega puntual a su cita. 11 a.m. todo un record. Sonríe. Entra despacio, se sienta frente a la puerta 205, y espera pacientemente. 11:10… aún no escucha su nombre, entonces se impacienta.
Por fin se abre la puerta y la invitan a pasar, tan cortésmente que es imposible no sospechar. Ella, un poco nerviosa y otro poco a la expectativa, se sienta cuidadosamente frente al escritorio. Él, del otro lado, con una voz calmada, amable pero analítica, hace el recuento de la historia que tiene en sus manos, de los ‘ires y venires’ en los últimos dos años, de todas las pastillas que se ha debido tragar cada 6-8-12 horas, entre tantas otras cosas. Ciertas preguntas rondan su cabeza entretanto, ansiedad probablemente, pero Ella no se quiere adelantar a los hechos. Él la mira fijamente, respira profundo, bla bla bla metástasis bla bla bla bla…
Y qué pasó después!??
ResponderEliminarte lo dejo a ti :) quieres?
ResponderEliminarVale!... ;D
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