Uno de sus mayores deseos era diseccionar una rana viva solo para presenciar la belleza de un corazón palpitante, así que no tuvo ningún remordimiento al cazar y atar a aquel pobre animal, para luego abrirlo cuidadosamente con su afilado bisturí y sin ningún tipo de sedante.
Al ver tal fenómeno quedó fascinado por completo. El corazón de la rana latía demasiado cerca, demasiado rápido, tal vez por el dolor y el temor. Sin embargo, como es natural, el latido de la rana lentamente decayó. ―Que espectáculo tan efímero― pensó un poco decepcionado nuestro espectador, y se apresuró a buscar otro animal que pudiera soportar más, y así volver a ver semejante maravilla por más tiempo. Acababa de surgir un psicópata.
Muchas veces por el simple placer nuestro, asesinamos a los demás sin darnos cuenta.
ResponderEliminar